Comentario
Moralmente, el Muro constituye una conculcación de numerosos derechos palestinos: a la propiedad, al trabajo, a la familia y a las libertades de movimiento y de decisión sobre el propio futuro. El muro ha sido impuesto, aísla pueblos, atraviesa propiedades, separa a los campesinos de sus tierras, descuaja olivares, divide familias, obliga a tramitar permisos de paso que pueden ser denegados o retirados. Ciudades como Qalquilia quedarán convertidas en auténticos guetos, rodeados de un muro, vigilado por militares, perdiendo libertad de movimiento, dependiendo de una autoridad extranjera para hallar trabajo y para relacionarse con su país y sus compatriotas. Económicamente será ruinoso: aparte de que limitará aún más el trabajo de los palestinos en Israel, el muro discurre sobre la línea verde, pero siempre por dentro de territorio palestino: sólo eso supone 14.000 hectáreas de terreno cultivable. 14 pueblos serán aislados de sus tierras y sus 12.000 habitantes perderán los mercados para sus productos y quedarán embotellados entre Israel y el muro, dependiendo de las autoridades judías tanto para cruzar el muro como para entrar en Israel. "La mayoría de nuestros productos se vende en Tulkarem. El profesor de nuestra escuela vive al este del muro y yo tengo allí a parte de mi familia. Los pozos también están al otro lado. Acabamos de construir un nuevo cementerio. Lo único que nos queda hacer es morirnos y enterrarnos aquí", se lamenta uno de los afectados.
Una de las pérdidas graves es la de pozos y acuíferos. Todos los pueblos se quejan de lo mismo. Qalquilia, por ejemplo, perderá 14 pozos, el 30% de su agua disponible.
El futuro Estado Palestino sufre un nuevo expolio territorial: el que ocupa la muralla y las rectificaciones, que en algunos tramos tienen hasta seis km. de profundidad, siempre a costa de los Territorios Ocupados. La Autoridad Palestina calcula que se les está arrebatando un 9% de sus territorios de Cisjordania.
El 60/70 por ciento de los israelíes aprueba la construcción del muro. La mayoría de los que se oponen son los colonos, más 200.000, que viven en centenar y medio de asentamientos en los Territorios Ocupados. Sienten que el muro también les distancia a ellos de Israel y, en el fondo, piensan que terminará siendo la frontera definitiva del futuro Estado Palestino y que muchos asentamientos, finalmente, desaparecerán.
Pero, además, existe una consideración psicológica que entienden muchos israelíes ¿Se trata de encerrar a los palestinos o de que Israel se encierre, cada vez más, eludiendo soluciones definitivas y profundas? En la dialéctica amo-esclavo, el primero acaba compartiendo con el otro una cierta dependencia, del mismo modo que los carceleros suelen terminar prisioneros de sus prisioneros.
Los muros parecen una constante ubicua en la dolorosa historia del pueblo judío. Y no sólo porque su lugar más sagrado es un Muro -el de las Lamentaciones- sino también porque durante demasiados siglos vivieron detrás de muros que separaban las juderías o guetos del resto del mundo.